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Yolanda Westphalen

“Quien quiere lo más hondo, quiere lo más viviente”

Yolanda Rodríguez Cartland de Westphalen, conocida como Yolanda Westphalen, antepuso su esencia literaria a las dificultades de una época en la que muy pocas mujeres lograban acceder a estudios universitarios. Ella empezó a estudiar Literatura y Filosofía, más tarde realizaría un doctorado, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), cuando tenía poco más de 40 años y 4 hijos. 

Su tenaz voluntad de abrirse un espacio poético en la Lima de los años 60, donde ya brillaban compañeros suyos como Arturo Corcuera, Antonio Cisneros, César Calvo o Javier Heraud, la llevó a formar su propio círculo académico con mujeres intelectuales como Luisa Rivara de Tuesta, Carmen Luz Bejarano o Lola Thorne, nombres que, como el suyo, no obtuvieron el mismo foco de atención que sus pares masculinos durante aquellos años.

En 1964 publicó su primero poemario, Palabra fugitiva. La prestigiosa editorial La Rama Florida, de Javier Sologuren, que de una forma artesanal y minuciosa sirvió de plataforma para la nueva poesía peruana, publicó su segundo libro, Objetos enajenados, en 1971, donde “explora la cotidianidad, los objetos que rodean al hombre y lo representan en su práctica humana diaria”, según se puede leer en el prólogo de su Obra completa, publicado en junio de 2018.  

Es precisamente en esta antología donde se encuentra su obra poética, narrativa, ensayos y artículos completos, incluso un poemario y una colección de cuentos inéditos. La labor de recopilación y edición estuvo a cargo de su hija, Yolanda Westphalen Rodríguez, catedrática y actual directora de la Escuela de Literatura de la UNMSM.

La producción poética de Yolanda Westphalen se engrandeció con los años. A Objetos enajenados le siguen Universo en exilio (1984), que fue traducido al francés, Ojos en ceguera clausurados (1989), Díptico (1996) y Graffiti (1999), por el que recibió el Premio Internacional de Literatura Latinoamérica y del Caribe Gabriela Mistral. En el año 2000 publica Himno a la vida (2000) y, posteriormente, Silencio de piedra (2004) y Viviendo el tiempo (2008). 

En todos estos poemarios, Westphalen dejó como herencia un cuestionamiento personal constante. Para su libro Palabra fugitiva eligió como epígrafe una cita del poeta alemán Friedrich Hölderlin, que podría servir también para definir su propia obra: “Quien quiere lo más hondo, quiere lo más viviente”. Esa profundidad existencial atravesó toda su obra. Y ese es su valioso legado. 

Yolanda Westphalen

Yolanda Rodríguez Cartland de Westphalen (Cajamarca, 1920 - Lima, 2011)

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