La gota que horada la piedra
Con ligeras variaciones, las adolescentes de hoy suelen pedir de regalo cuatro cosas: un teléfono, una carcasa, unas zapatillas, una fiesta. A los 15, Rocío Silva Santisteban solo pidió una que, a su vez, desplegaba un universo: la colección de la revista Amauta, fundada y dirigida por José Carlos Mariátegui en 1926. En sus páginas encontró los poemas y textos de las mujeres que tanto admiraba: Magda Portal, Blanca Luz Brum, María Wiesse, Ángela Ramos y dibujos de la pintora Julia Codesido.
Entonces ya escribía una poesía quizás demasiado oscura y autoconsciente para su edad. A los 13 escribió: “la muerte no es el fin/ sino el comienzo/ a la pausada vida de la muerte eterna/ dejando vivas en la vida/ las semillas revolucionarias…”. Aunque de chica fuera tímida y ensimismada, su suerte estaba echada. Gracias a su relación con las palabras, Rocío aprendió a nombrar sus miedos. Y nombrarlos se convirtió en la mejor manera de combatirlos.
Rocío estudió Derecho en la Universidad de Lima, obtuvo una maestría en Literatura en la Universidad Mayor de San Marcos y un doctorado, también en Literatura, en la Universidad de Boston. A los 23 años obtuvo el Premio Copé de Plata por Ese oficio no me gusta (1986) y en 2005 por Las hijas del terror. Desde entonces ha publicado diversos poemarios, pero también libros de relatos, como Reina del manicomio (2013) o ensayos, como El factor asco (2008).
“Antes escribía del amor entre las parejas, del dolor de la separación. Ahora escribo del amor a la tierra y al agua, del dolor del despojo”, explica Rocío. Poeta, periodista, docente, activista y Secretaria Ejecutiva de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, Rocío Silva Santisteban ha buscado siempre la justicia a través de las palabras.
Con los años y las vivencias, su técnica de nombrar los miedos para combatirlos se ha extendido a ámbitos donde ya no necesariamente habla de sí misma. O quizás sí, pero su voz también sirve para amplificar la de que aquellos que no suelen ser escuchados. En base a la persistencia y a la disciplina, sus palabras calan lentamente, como la gota que llega a horadar la piedra.
Rocío Silva Santisteban Manrique (Lima, 1963)