Alguien que espera
en la puerta equivocada
Giovanna Pollarolo nació en Tacna, una tierra que atrajo a muchos italianos que se asentaron en ella por las reminiscencias con ciertos lugares de La Bota. Sus viñedos, sus almuerzos campestres con mantel blanco, sus restaurantes de marisco a la orilla del mar, su clima mediterráneo. “(Tacna) … Mi arcadia, lo perdido irremediablemente. Un espacio donde no se puede volver, el pasado. Pero también está la real, la de hoy. A esa, por suerte, sí puedo volver”. Dicen los escritores de viajes que para obsesionarse con partir hay que haber vivido la infancia en un medio distinto al que te correspondía, o tener una experiencia provinciana primera antes de trasladarte a una ciudad. Te pasas el resto de la vida tratando de regresar a ese paraíso perdido sabiendo que es imposible.
Pollarolo es de una timidez que exorciza con un sentido del humor que la hace muy querida entre quienes la frecuentan. Es que la sensibilidad de la poeta la acerca a una suerte de permanente fragilidad que ella sabe manejar con la risa y la irreverencia para consigo misma: “Me muero de miedo de viajar sola; me aterran los aeropuertos, esperar en la puerta equivocada, subir a un avión que no es, perderme en ciudades desconocidas. Mi virtud: viajo sola”.
Amiga muy cercana de Blanca Varela, pertenece a la generación de escritoras de primer nivel, Carmen Ollé, Pilar Dughi, Patricia Alba y Rocío Silva Santisteban, entre otras. Muchos elementos en común se encuentran entre ellas sin necesidad de caer en el cliché de la “literatura femenina”. Uno de estos factores es el rechazo a la rimbombancia y el profundo temor al ridículo. En años recientes se ha revelado como narradora.
Tacna, 21 de agosto de 1952