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César Moro

El profesor de francés

Ocurrió en 1948. El poeta tenía 45 años y estaba de regreso de todo. Había vivido en París, se había unido al grupo de escritores automáticos, oníricos e imaginativos llamados surrealistas, se había refugiado en México durante 10 años por motivos políticos, había publicado libros y organizado exposiciones vanguardistas. Ahora, despierto en su propia pesadilla, tenía que ponerse delante de una pizarra para explicarle a los supuestos futuros héroes de la patria la diferencia entre je suis y nous sommes.

César Moro nació con el nombre de Carlos Quizpez Asín, pero eligió llamarse como un personaje arrancado de las páginas de Ramón Gómez de la Serna.  En esta huida de sí mismo y con una rotunda vocación literaria, viajó a Europa a los 22 años para unirse al movimiento surrealista. Al poco tiempo ya escribía en francés los versos que, con los años, lo distinguirían como uno de los grandes poetas del siglo XX.

Mario Vargas Llosa, en su novela La ciudad y los perros, se inspira en el paso de Moro por las aulas del Leoncio Prado para crear a Fontana, el profesor de francés. El Moro de la vida real y el Fontana de la ficción son blanco de las burlas, los escupitajos e insultos de los indisciplinados alumnos, que nunca cesaron de agredirlo debido a su homosexualidad. Sin embargo, Moro, como cuenta Vargas Llosa, jamás reportó a nadie.

“Ni una vez pidió que cesara la campaña de provocación y de escarnio desatada contra él. Su actitud nos desconcertaba, sobre todo porque parecía consciente, lúcida. En cualquiera momento hubiera podido corregir de raíz ese estado de cosas que, a todas luces, lo estaba destruyendo: le bastaba servirse de uno de los innumerables recursos de coacción y terror que aplicaban, en desenfrenada competencia, sus “colegas” civiles y militares; sin embargo, no lo hizo. Aunque nada sabíamos de él, muchas veces, mis compañeros y yo, debimos preguntarnos qué hacía Moro en ese recinto húmedo e inhóspito, desempeñando un oficio oscuro y doloroso, en el que parecía absolutamente fuera de lugar”.

A ningún alumno le interesaba la clase de francés, pero, aun así, Moro no dejaba de realizar cuadros sinópticos y de enseñar con gran conocimiento y entusiasmo. Como si, recuerda Vargas Llosa, “junto al desaforado auditorio que formaban los cadetes, hubiera otro, invisible y atento”.

César Moro practicaba una “actitud de aislamiento” desde la que escribió obras como Lettre d´amour, L´homme du paradisier et autres textes, Trafalgar Square o La tortuga ecuestre. Todas ellas convertidas en material de culto y objeto de deseo.  No solo por su valor literario sino porque, lamentablemente, la obra de Moro es casi inencontrable en las librerías peruanas. Igual de discreto que el profesor de francés, Moro se llevó a la tumba la gloria que los vivos nunca hemos sabido otorgarle.

César Moro

Lima, 19 de agosto de 1903 – 10 de enero de 1956

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