Leído por Renata Flores
Subir al Ande
y aspirar el rocío de la cumbre,
y ver el suave rostro de la tarde,
y coger la menuda violeta,
y escuchar la piante voz del ave.
Subir al Ande
a perseguir vizcachas y venados,
en la tibia alegría del verano
con el alma del Ande en las entrañas,
entre el dulce fermento de la sangre
y el apretado hervor de la palabra.
Subir al Ande
y empaparse de raza
para sentir el soplo de la helada,
la tela semiurdida de la niebla
y la enteca semilla que no avanza.