EL DERECHO A LA IMAGINACIÓN
Poeta de producción breve, revela desde sus primeras publicaciones su posesión del don de la palabra, a pesar de que solo se dedicó plenamente a escribir poesía entre los años 1929 y 1935. Con sencillez más tarde diría que la Musa no lo visita a uno todo el tiempo. Este rigor, esta ausencia de pretensión de pronto se vuelven poesía mítica, tan enraizada en su tierra como en el contacto de Westphalen con el cosmopolitismo más representativo de su tiempo. Se suscribió al Surrealismo y con César Moro diseñó los grandes momentos de este movimiento en el Perú, mediante publicaciones y exposiciones de arte, y a la vez, tomo su distancia de André Bretón. Westphalen nunca toleró estar cerca de ninguna imposición política, ideológica o poética. Su apertura lo llevó, a la vez que creaba su propio lenguaje, a promover la obra de José María Arguedas, anclada en el mundo indígena del Perú.
En la vida de Westphalen se entrecruza la creación con la promoción cultural y las diversas ocupaciones destinadas al sustento económico. En 1928 ingresa a la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Terminados sus estudios se emplea en la compañía minera Hochschild. Al mismo tiempo, a los 22 años de edad publica su primer poemario, Las ínsulas extrañas. Pocos años después vendría Abolición de la muerte. Ambos poemarios le valieron ser considerado como una de las grandes voces de la literatura hispanoamericana. Editó la revista El uso de la palabra así como Las Moradas y fue director de Amaru, todas destacadas revistas literarias. Luego de varias décadas se sumarían a su producción poética los libros: Arriba bajo el cielo, Máximas y mínimas de sapiencia pedestre, Nueva serie, Belleza de una espada clavada en la lengua, Ha vuelto la diosa Ambarina, Falsos rituales y otras patrañas. Vivió una larga temporada en Nueva York trabajando como traductor de las Naciones Unidas, profesión que desempeñará en la sede de la FAO en Roma, años más tarde. De vuelta en Lima sostiene una cátedra de “Historia del Arte Prehispánico”, en la Universidad de San Marcos y dirige la revista de la Universidad de Ingeniería (Amaru). En 1972 es nombrado Agregado Cultural de Perú en Italia, cargo que ejercería luego en México y Portugal. A partir de 1984 radica en Lima colaborando con diversas publicaciones periódicas. En 1998 es el primer autor en ser distinguido en España con el Premio Miguel Hernández.
La obra poética de Westphalen es breve y coherente. La excelencia de su obra, aunada a su trabajo como editor, investigador y promotor del arte y la literatura, lo convierten en una figura clave de su tiempo así como de la literatura peruana.
Alguna vez Westphalen afirmó: “Todavía la imaginación ejerce sobre nosotros todos sus derechos, nos hace aceptar lo inadmisible para los pragmáticos de la razón razonante y razonada, todavía creemos en la poesía (…)”.
Lima, 15 de julio de 1911- 17 de agosto de 2001