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Alfonsina Storni

Alfonsina, vestida de mar

 La llamaron Alfonsina, que quiere decir “dispuesta a todo”, y al nombrarla quedó trazado un destino de retos y adversidades. De niña tenía una natural predisposición a fabular, a mentir y a concebir mundos paralelos. La fertilidad de su imaginación hizo que su madre la eligiera entre sus demás hermanos para asistir a la escuela.

Dispuesta, efectivamente, a todo, Alfonsina realizó distintos trabajos a lo largo de su vida. Lavaba y limpiaba en el Café Suizo familiar que el padre llevó luego a la quiebra intoxicado de alcohol, ayudó a su madre a coser, trabajó en una fábrica de gorras y también de corresponsal psicológico –algo así como publicista- en una fábrica de aceite de oliva donde cobraba la mitad por ser mujer. Se sintió más cómoda como maestra de escuela y después como corista y actriz, donde descubrió al teatro como una de sus grandes pasiones.

Mientras todo esto ocurría, ella escribía, según dijo alguna vez, para no morir. Su primer poema fue de una tristeza demasiado grande para sus 12 años. La madre intentó explicarle que la vida era dulce, pero Alfonsina no encontraba en la alegría una fuente de la que beber: no había espacio para la felicidad en el entorno adverso que le tocó vivir. A los 20 años fue madre soltera de su único hijo, Alejandro.

En sus obras más conocidas, La inquietud del rosal (1916), El dulce daño (1918), Irremediablemente (1919), Languidez (1920) o la célebre Ocre (1925), entre otras, manifiesta su inconformismo frente a la desigualdad entre hombres y mujeres. Escribió diversos artículos, algunos bajo seudónimos, sobre los derechos de las mujeres, predicó a favor del voto femenino y habló siempre desde la independencia y la libertad.

Su prosa fue reconocida con el primer Premio Municipal de Poesía y el segundo Premio Nacional de Literatura, formaba parte de las tertulias intelectuales, recitaba sus poemas en público, disfrutaba de grandes amistades como las que mantuvo con el escritor Horacio Quiroga y la poeta Juana de Ibarbourou. Recibió muchas críticas de sus contemporáneos, pero también el apoyo de figuras como Amado Nervo o José Enrique Rodó. Sin embargo, a Alfonsina le costaba mucho la vida. Sufría de angustias, depresión y paranoias.  Tenía una mente atormentada con períodos de tranquilidad, pero también de gran agitación.

En el verano de 1935, una ola la derrumbó y fue así como descubrió un bulto que resultó ser un cáncer de mama. Se sobrepuso a pesar de las cicatrices y el dolor, pero recayó y ya no pudo seguir.  En octubre de 1938 tomó un tren a Mar del Plata, le dejó algunas cartas a su hijo Alejandro (“me voy contenta”, le dijo en una de ellas) y escribió un último poema (Voy a dormir) con un misterioso desenlace: “si él llama nuevamente por teléfono / le dices que no insista, que he salido…”

Mientras los lectores de La Nación leían su último poema, Alfonsina se lanzaba al mar desde el Club Argentino de Mujeres, en la playa La Perla. Tenía 46 años.

“Te vas Alfonsina con tu soledad / ¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar? / Una voz antigua de viento y de sal / te requiebra el alma y la está llevando / y te vas hacia allá como en sueños / dormida, Alfonsina, vestida de mar.

En 1969, Ariel Ramírez y Félix Luna escribieron esta canción que aparecería por primera vez en un disco de Mercedes Sosa y que luego cantarían desde Chabuca Grande hasta Miguel Bosé.  “Alfonsina y el mar” quedará siempre como el recuerdo de una voz inapagable.

Alfonsina Storni

Alfonsina Storni Martignoni (Suiza, 29 de mayo de 1892 - Argentina, 25 de octubre de 1938)

Poemas

Jimena Lindo